Es una enfermedad característica de la infancia; su frecuencia disminuye francamente después de la pubertad. Una característica común a casi todos los virus de la familia herpes es su capacidad de, aún curada la enfermedad, permanecer en el organismo durante años -aún décadas- sin provocar síntomas para reaparecer si se dan las condiciones necesarias: un bajón en las defensas, estrés u otras circunstancias. Como ejemplo: las personas que padecen herpes labiales, periódicamente tienen empujes de esa molesta afección. La varicela en cambio, no reaparece como tal; puede, reactivarse años después y presentarse como herpes zóster -comúnmente conocido como culebrilla-.
La varicela es, en la mayoría de los casos, una enfermedad leve. Las complicaciones más frecuentes ocurren a nivel de la piel, el aparato respiratorio y el sistema nervioso. Como regla general puede decirse que a mayor edad, más chances de cursar una varicela más intensa y con mayores complicaciones. Algunos hechos puntuales:
A medida que aumenta la edad, los síntomas son más intensos y en los adultos es una enfermedad que puede tener complicaciones graves. Lo mismo puede decirse de la llamada población de riesgo: personas que padecen enfermedades crónicas -sobre todo las que comprometen el sistema inmunitario-, que toman determinados medicamentos en forma prolongada y otros.
Epidemiología
El único huésped conocido es el ser humano. El virus varicela-zóster es de muy alta transmisibilidad, por lo que la tasa de contagio es muy alta: en contactos intradomiciliarios, el 90% o más de los niños susceptibles -no vacunados y/o que no tuvieron varicela- se contagiarán. En situaciones de contacto menos estrecho -como escuelas y sanatorios- la tasa de contagio desciende a menos del 40%. La enfermedad es más frecuente a fines del invierno y comienzos de la primavera.
En mujeres embarazadas susceptibles, existe posibilidad de que la varicela afecte al feto, sobre todo en las primeras 20 semanas de gestación. También se considera de riesgo la aparición de varicela en la última semana antes del parto o en la primera después del mismo. Toda embarazada -más aún en los momentos señalados- que no haya padecido varicela o no esté vacunada y entre en contacto con un paciente con varicela deberá consultar a la brevedad con su ginecólogo. En algunos casos puede estar indicado tratamiento.
Los niños que sufren enfermedades crónicas y/o reciben tratamiento con corticoides en forma prolongada, así como los afectados por tumores o que han recibido quimioterapia, están más expuestos a sufrir formas graves de varicela.
Incubación y contagio
Entre que el virus penetra en el organismo -por secreciones respiratorias desde un enfermo o por contacto con las lesiones cutáneas antes de que desarrollen costra- y se desarrolla la aparición de los síntomas transcurre un lapso de 14 a 16 días -intervalo probable 10 a 21 días-.
La contagiosidad es máxima en los dos días previos a que aparezca la erupción y se mantiene mientras hay lesiones que no desarrollan costra -una semana a 10 días del inicio de la erupción-. Las lesiones del herpes-zóster son también fuente de contagio mientras no se cubren de costras.
Manifestaciones clínicas
La enfermedad comienza habitualmente con síntomas generales: malestar, decaimiento y fiebre -por lo general, no mayor de 38,5°C-. Dos o tres días después aparece la erupción característica: pequeñas ampollas vesículas- rodeadas de piel enrojecida que comienzan en el cuero cabelludo y la cara, y se diseminan al resto del cuerpo. Se producen en brotes sucesivos, en general hasta el séptimo día. El número de lesiones es variable, desde unas pocas hasta más de mil -promedio de 300-. Las lesiones son muy pruriginosas; es decir que pican. En el correr de los días, el contenido de las vesículas, inicialmente claro, se va enturbiando y desarrollan una costra como cubierta. Se cree que no existen casos subclínicos: esto es sin lesiones en la piel. Sí puede suceder que las lesiones sean pocas y la persona o sus familiares no recuerden la enfermedad.
Complicaciones
Las más frecuentes aparecen a continuación:
Los casos de varicela después de la pubertad y en la vida adulta son mucho más intensos y las complicaciones, sobre todo las respiratorias, son más probables.
Tratamiento
La mayoría de las veces lo único que se necesita es reposo, descenso de la temperatura y cuidados de las lesiones de la piel. Se recomienda pintar las vesículas con iodofón u otro desinfectante -aunque su utilidad es discutida-. Hay que evitar el rascado en la medida de lo posible; en este sentido, colocar guantes o una media en las manos al dormir puede ser útil, además de mantener las uñas cortas y limpias.
Para bajar la temperatura no usar aspirina o aspirinetas -recomendación que por reiterada no deja de ser importante-. Afortunadamente las nuevas generaciones de madres ya no incluyen a esta droga en su arsenal terapéutico, aunque alguna abuela a cargo puede haberse olvidado de esta advertencia.
En algunos casos puede estar indicado el uso de un antiviral: el más usado es el Aciclovir. Su utilidad es máxima si se inicia en el período de incubación o en las primeras 24 a 36 horas del comienzo de la erupción; la indicación debe ser realizada por el médico y en casos puntuales. No se recomienda tratar a niños previamente sanos.
Prevención
La vacuna contra la varicela, que contiene virus vivos atenuados, está disponible en Uruguay desde 1999 y se administra a todos los niños luego del año de vida. Confiere una protección mayor al 95% contra formas graves de la varicela y entre el 75 y 85% contra la enfermedad en sus formas leves. Esto explica los casos, poco frecuentes, de varicela en niños vacunados; sin embargo, la enfermedad en estos casos es mucho más leve que en los no vacunados.
En general, es una vacuna muy segura. Puede prevenir la enfermedad si se administra en un niño susceptible, que no tuvo varicela ni fue vacunado antes, y que estuvo en contacto con un enfermo en las 72 horas siguientes. Como otras vacunas, puede provocar dolor y enrojecimiento en el sitio de inyección, y puede aparecer una erupción leve -solamente pequeñas ronchas y no vesículas- unos días después.
La inmunidad que brinda la vacuna dura muchos años.
En la actualidad, se recomienda que se administren dos dosis de la vacuna, con un intervalo mínimo de tres meses. En Uruguay, el MSP ha adoptado esta recomendación y la está implementando.
Los niños que cursan una varicela no complicada deben permanecer en su domicilio y en reposo relativo. La enfermedad es contagiosa mientras se presenten vesículas. Una vez en la etapa de costra, ya no se contagia y no es necesario esperar a que las costras se caigan.
Los adultos que ya tuvieron varicela no la reiterarán en condiciones normales. El contacto con un niño con varicela puede provocar la reactivación del virus y manifestarse como un herpes-zóster. Las lesiones de la denominada culebrilla son contagiosas hasta que se cubren de costras.
Ante cualquier duda con respecto a esta u otra afección, hay que consultar con el pediatra tratante o los pediatras de SUAT.
Dr. Rafael Decuadro
Pediatra de SUAT