Se puede considerar al envejecimiento humano, en forma general, como el resultado del efecto progresivo del paso del tiempo sobre los diferentes componentes moleculares y tisulares de los sistemas del organismo. En el caso concreto del cerebro, se producen cambios en la estructura tanto a nivel macroscópico como microscópico.
Desde el punto de vista macroscópico, existe una disminución global del volumen cerebral con pérdida de sustancia blanca y gris; principalmente, sucede en la corteza frontal y temporal -ésta última es la que se encuentra implicada en el proceso del aprendizaje y la memoria-.
Por otro lado, el nivel microscópico está representado por:
Una característica típica del envejecimiento neuronal es el cúmulo de proteínas defectuosas, como sucede en las enfermedades de Alzheimer o Parkinson. Las sinapsis neurales son las más afectadas por el paso del tiempo; éstas consisten en el intercambio de información entre las células, y se ven reducidas en cantidad lo que conlleva mayor dificultad para el procesamiento cerebral. Esa pérdida no se genera de manera homogénea sobre toda la neurona, además de que la transmisión de la información no se hace correctamente a medida de que el organismo envejece.
Repercusiones funcionales
En primer lugar, se debe tener presente que el envejecimiento morfológico del cerebro no siempre está asociado al cognitivo; el desmejoramiento tiene relación con una declinación global de todas las funciones cognitivas del cerebro, pero no afecta de igual manera a todas las personas. Estas diferencias resultan en parte por la interacción de la edad con los factores genéticos del propio individuo, además de componentes ambientales que pueden significar un impacto positivo o negativo en el proceso del envejecimiento. En este marco, el estrés es uno de los factores de riesgo más estudiados que incide negativamente.
Por otra parte, existen ciertos hábitos que actúan como factores protectores y entre los que sobresalen los siguientes: ejercicio físico, dieta sana y actividades que exijan un rendimiento cognitivo, al igual que el control de los elementos de riesgo vascular -hipertensión arterial, diabetes, tabaquismo y dislipemia-.
Con el transcurso de los años se ven afectadas las funciones cognitivas, la memoria, el lenguaje, la atención y la actividad motora; es por este motivo que no se puede comparar el rendimiento de una persona de 30 años con una de 80. Teniendo presente ese punto, si bien no es sencillo diferenciar entre envejecimiento habitual y exitoso, el primero sería en el cual la acumulación de enfermedades y fármacos ha afectado de alguna manera al sistema nervioso, mientras que el exitoso estaría representado por un pequeño grupo de personas sin ningún tipo de lesión neurológica.
Es habitual la disminución de la velocidad en el procesamiento de información, así como el decrecimiento en la eficiencia de la memoria de trabajo o la dificultad en las tareas que implican atención. Asimismo, se ven afectadas las funciones motoras al convertirse más lentos los movimientos. A este panorama se le suman las enfermedades de los nervios periféricos, además de la patología articular que repercute en la marcha; el trastorno de la marcha es uno de los principales factores de riesgo de las caídas.
Otro aspecto de impacto cerebral son los trastornos del sueño en los adultos mayores que representan cambios relacionados con la dificultad para iniciar el sueño, mayor horas de sueño diurno -es decir, las siestas-, y fragmentación del sueño. Sin embargo, cuando se cuantifica la cantidad de horas en el día que un anciano destina al sueño, resulta aproximadamente la misma que la de una persona joven.
En conclusión, el cerebro está sometido a los efectos del paso del tiempo y por ese motivo es fundamental mantener una vida activa, tanto social como física. SUAT te acerca toda la información básica sobre esta temática y te propone obtener asistencia personalizada mediante la consulta con un médico.
Dr. Oscar López
Médico de SUAT