Conceptos
El Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH) es un microorganismo; se trata de un agente infeccioso caracterizado por su largo período de incubación. Éste ataca al sistema inmunológico, lo debilita y lo hace vulnerable ante una serie de infecciones que hasta pueden poner la vida en peligro. Como los virus no son capaces de reproducirse por sus propios medios recurren a otros seres vivos para multiplicarse y sobrevivir. En el organismo humano el virus parasita las células del sistema inmunológico -los linfocitos, también conocidos como glóbulos blancos- hasta destruirlas o cuando dejan de cumplir su función. Con el paso de los años este sistema pierde su eficacia y ya no protege al organismo. En ese preciso momento aparece una serie de signos, síntomas y afecciones; en su conjunto se le denomina Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida.
El proceso por etapas
El VIH es un retrovirus y eso quiere decir que su código genético no está escrito en ADN, como ocurre con la mayor parte de los seres vivos, sino en ARN. Para que el virus se pueda reproducir necesitará convertir ARN en ADN para que la célula infectada pueda "leerlo". De este mecanismo proviene el término "retrovirus" y también el de "antirretroviral" -fármacos que buscan reducir su actividad o eliminarlo-. Una vez que la información genética del VIH está transcrita en ADN hará falta integrarlo con el ADN propio de la célula; de esta manera, cuando se active lo podrá leer y ejecutar las instrucciones sobre fabricar copias del virus hasta, literalmente, morir exhausta. Una vez que realiza esa lectura, la célula infectada pone su maquinaria al servicio del VIH mientras genera las distintas piezas necesarias para la construcción de nuevos viriones -partículas virales- que son los precursores del virus activo y que serán capaces de infectar más células. El virión ya ensamblado se aproxima a la superficie del linfocito donde atraviesa la membrana celular, luego es liberado al exterior y una vez que pasa por el proceso de maduración está listo para infectar a un nuevo linfocito CD4; la repetición tendrá su lugar cuando finalice esa etapa. Todo esto ocurre con suma rapidez: pueden llegar a producirse más de 10 mil millones de virus al día. Este nivel de reproducción se da en una persona infectada que no esté tomando antirretrovirales.
Transmisión
El VIH puede ser transmitido de una persona a otra mediante lesiones abiertas, heridas o cortes en la piel y las membranas mucosas. Asimismo, se da al compartir jeringas u otros elementos punzo-cortantes con restos de sangre infectada. La leche materna de una mujer que posee esta enfermedad puede producir contagio. La infección tendrá éxito si la persona recibe la cantidad necesaria de virus logrando que las partículas virales superen las barreras naturales del cuerpo. Esto ocurre con el intercambio de determinados fluidos corporales: sangre, semen, flujo vaginal y leche materna. Solamente en estos es posible que el virus se encuentre en grandes cantidades además de proporcionarle las circunstancias adecuadas para ser transmitido. Es aquí que entra la carga viral: la cantidad de virus que se puede medir por cada milímetro cúbico de un fluido. Para que se dé la transmisión también es necesaria una "puerta de entrada" en el cuerpo receptor y ésta suele ser la mucosa. Esa membrana es el tejido blando, frágil, húmedo y con abundante riego sanguíneo que recubre la vagina, el ano y el recto, el interior de la boca y la uretra del pene. El virus puede acceder a través de heridas abiertas en la piel -llagas o laceraciones-; en particular, por otras Infecciones Transmisibles (IT), ya sean sexuales o no. Finalmente, el virus también podría transmitirse al recibir una transfusión de sangre o hemoderivados que estén contaminados con VIH. Hay que tener cuidado con las prácticas de riesgo: acciones por las cuales la sangre, el semen, el líquido preseminal, el flujo vaginal o la leche materna de una persona se pone en contacto con las mucosas de otra. Para impedir el contagio hay que evitar el acercamiento de estos fluidos con las mucosas; eso se logra con una barrera física como el preservativo masculino, el femenino y los parches de látex.
Detección
No es posible saber si alguien tiene SIDA simplemente por su aspecto, la única manera es realizando un análisis específico porque la sintomatología no es un indicador determinante. La presencia de los anticuerpos significa que el sistema inmunológico ha podido, de momento, controlar la infección pero también quiere decir que el VIH ha logrado establecerse en el organismo. Cuando a una persona se le detectan los anticuerpos al VIH se dice que es portadora o seropositiva. El lapso entre la infección y la aparición de los anticuerpos dura entre dos y seis meses y se lo conoce como período ventana. Es el momento en el cual la persona puede estar infectada y, sin embargo, la prueba de detección de anticuerpos -como el test Elisa- dar resultado negativo. Por esta razón, siempre se recomienda hacer el análisis al menos tres meses después de sucedido el hecho en el que se tuvo riesgo de infección. Ser seropositivo o portador no significa tener SIDA sino que se está infectado por el VIH. Si el sistema inmunológico está en unos niveles suficientes de actividad como para mantener alejadas las enfermedades y síntomas del SIDA, la persona seropositiva no padece indicios ni enfermedades y puede llevar una actividad normal día a día.
Tratamiento
La administración de fármacos se planea según las necesidades de cada persona y se realizan distintas combinaciones; a esto se le llama Tratamiento Antirretroviral de Gran Actividad (TARGA) o Tratamiento Alta Eficacia (TAE). Siguiendo este camino se logra un equilibrio de salud en niveles aceptables durante mucho tiempo a la vez que se retrasa todo lo posible la aparición del SIDA. La base del tratamiento es el empleo de fármacos que impiden la acción de las enzimas del VIH -la transcriptasa, la integrasa y la proteasa- y combinados actúan sobre éstas en una o varias formas. Es así que se consigue reducir drásticamente el nivel de actividad del virus y, por tanto, la cantidad de partículas virales en la sangre y dentro de las células. Como resultado, se reduce el número de células afectadas y el sistema inmunológico se puede ir recuperando en forma paulatina. Los antirretrovirales también reducen la cantidad de virus que están en otros fluidos del cuerpo y es muy significativo a la hora de minimizar el riesgo de transmisión y, en especial, en la transmisión materno-fetal.
SUAT te recuerda que si eres una persona infectada con VIH, al conocer las vías de transmisión y aplicando la prevención no solamente te cuidas sino que proteges al resto. Es una cuestión de responsabilidad compartida donde puedes decir y hacer mucho.
Fuentes:
Ministerio de Salud Pública
Dr. Oscar Bazzino
Médico de SUAT